
“Un lugar donde lo espiritual se materializa, pero donde a la vez desde lo matérico se puede acceder a lo espiritual, a lo trascendente; es decir, a un significado atemporal, que nos sobrepasa y que pervive en el tiempo, o más bien fuera de él…”
Queridos lectores, hoy vamos a averiguar sobre Superficies elementales, escrito por Marta Serrano Jiménez y publicado por el Grupo Editorial Europa.
Superficies elementales es un poema solo que contiene prosa poética y versos que se desarrollan sobre “las superficies”, pilares simbólicos de la intuición y de la belleza que se manifiesta que nos rodea.
Interesante, ¿verdad?
Por lo tanto, en el Grupo Editorial Europa entrevistamos a Marta Serrano Jiménez para conocerla mejor y descubrir algo más sobre Superficies elementales.
Ya estamos listos para leer nuestra entrevista…
¿Qué le gustaría decirle a sus lectores?
Ante todo, me gustaría agradecer a todo aquel que decida leer este poema la voluntad de hacerlo y les pediría una lectura atenta y abierta a cuento el texto les pueda sugerir. Creo que se trata de una obra algo arriesgada porque tanto su formato híbrido como su contenido algo abstracto pueden en un primer momento hacer que resulte extraña e incluso críptica. Lo que he escrito es un poema, uno solo, compuesto de partes de prosa poética y verso y que asume la forma de un ciclo, con su continuación en las Emanaciones, que no dejan de ser una suerte de continuación de lo anterior, en la primera parte; un retornar sobre lo mismo de otro modo. Pero, independientemente de que la obra tenga un sentido relativamente claro para mí, no significa que sea cerrada. Al contrario, creo que es susceptible de muchas lecturas y me gustaría poder conocer lo que a cada uno encuentra en ella, tanto bueno como malo. Soy consciente de que es una primera obra y que es infinitamente mejorable, pero a la vez pienso que es un buen lugar donde empezar, ya que es la síntesis de un periodo de aprendizaje transformado en escritura y que, creo, me abre un camino muy amplio que explorar en futuras obras.
¿Hay un momento en particular que le empujó a escribir este libro?
Toda la obra está anclada en una poética que es resultado de un proceso de acercamiento personal al surrealismo, los símbolos tradicionales y la mística, aunque en absoluto lo que he escrito pretende inscribirse en ninguna de estas tres cosas. Surgió en el verano de 2020, tras haber estado un tiempo leyendo sobre muy diversas cuestiones dentro de estos tres ámbitos. Claro que estos fueron lo que me dio un cierto soporte, un vocabulario, unos conceptos e imágenes con los que comencé a “traducir” una necesidad de decir y escribir ideas que a veces no sé muy bien de donde vienen en el momento de escribir y que responden al impulso que nace de la vida misma. Todo ello lo construí tratando de arraigar las ideas en una tradición literaria y sapiencial que es lo que explica tanto el empleo de algunos términos y símbolos como el diálogo con otras obras, como el pasaje del Fausto de Goethe o la figura del Ángel de Rilke. En realidad, las referencias no son un intento de pedantería, sino más bien un esfuerzo por ser honesta con mis referentes y las obras que me han despertado la necesidad de decir y escribir.
¿Qué representa el simbolismo para usted?
No soy ninguna especialista en símbolos, y menos aún en el momento en que escribí el libro, pero sí que he tratado de acercar mi escrito a la operación con símbolos tradicionales, aunque no digo que lo haya conseguido. Entiendo por estos un lugar donde lo espiritual se materializa, pero donde a la vez desde lo matérico se puede acceder a lo espiritual, a lo trascendente; es decir, a un significado atemporal, que nos sobrepasa y que pervive en el tiempo, o más bien fuera de él. La mayoría de elementos y términos que aparecen en la obra son fruto de la intuición, del momento de escribir donde no sabes muy bien de dónde llega lo que traduce la mano. Pero lo cierto es que no quería quedarme en palabras que parecieran remitir a algo sin saber si eran vacías o no, y me esforcé en buscar el significado que ciertas voces tienen en la tradición, aunque insisto en que no digo que lo haya conseguido. Se trata de una obra con voluntad literaria y no ensayística y que no busca de ningún modo fijar conceptos o dar por sentado que el modo en que los manejo aquí es el único, y menos el correcto.
¿Cuándo nació su pasión por la escritura?
Más que una pasión por la escritura, diría que lo primero que identifico en mí es una pasión por conocer y crear que me acompaña desde que tengo memoria y que a lo largo de mi vida se ha manifestado de muchos modos, desde el interés por la Filosofía, como por la pintura o la danza. Pero en lo que refiere a la escritura, diría que un primer momento lo localizo cuando tenía unos 14 años, aunque aquello se disolvió y no volvió a aparecer hasta los 17, cuando empecé a leer prácticamente todo cuanto caía en mis manos. Si puedo hablar de una “pasión por la escritura” esta viene de la mano de una pasión por la lectura y de una necesidad de dialogar y responder a cuanto leía, por una necesidad de habitarlo desde mi propia experiencia, pero respondiendo a aquellas obras y autores donde había sentido estar en un lugar donde me reconocía, donde, en definitiva, había encontrado un alma afín que me impulsaba a seguir viviendo desde la potencia que sólo el arte promueve y el deseo de plenitud que algunos momentos de contemplación permiten.
¿Por qué eligió ese título?
El título, aunque ahora viene de algún modo a sintetizar el eje del libro, no apareció desde el principio ni fue el motor de su origen. En realidad fue una idea en paralelo al proceso de escritura que parecía ir progresivamente, mostrando su identificación entre lo que estaba elaborando y lo que encontré en ese término. El concepto de las superficies elementales no es creación mía, es un término que recupera André Breton de la famosa “lección de Leonardo” y que yo conozco gracias a la lectura del libro La visión abierta de Victoria Cirlot, que me inspiró profundamente. Se trata de una idea que hace referencia al despertar de la imaginación mediante la observación detenida de superficies diversas, desde una pared desconchada hasta los dibujos en la madera o las piedras. Por otra parte, el título me parece un buen punto de partida porque, respecto al contenido, es ciertamente irónico o casi paradójico. Lo superficial suele ser precisamente lo contrario al interior, mientras que yo hablo de la superficie como una ocasión para volver al interior, para la reflexión. Es una forma de jugar con el reverso del significado.
En el Grupo Editorial Europa agradecemos a Marta Serrano Jiménez por habernos dedicado su tiempo y le deseamos buena suerte con Superficies elementales.
Esto es todo por hoy, nos mantenemos en contacto y sintonizados.
¡Hasta prontito!
Rachele